jueves, 4 de febrero de 2010

Deporte extremo: Trabajar y estudiar, una combinación de alto riesgo
Experiencias, Oportunidades Añadir un comentario
El riesgo es alto, pero la recompensa vale la pena.

En mi época de estudiante muchas veces escuché a compañeros que no podían hacer informes para la universidad, juntarse a estudiar o irse de fiestas. El motivo siempre el mismo: estaban agotados debido a que compatibilizaban trabajo y estudio.


Tuve con ellos algunas discusiones reprochándoles su falta de compromiso con los estudios o su apatía para compartir ratos de entretención con sus amigos o compañeros, ya que preferían dormir en su escaso tiempo libre antes que salir a tomarse un trago.

Tuvo que llegar mi último año de universidad para poder entenderlos, ya que me pasé a ese bando que tanto criticaba, los que estudiaban y trabajaban. Recién ahí empecé a entender muchas cosas que antes no logré dimensionar, entre ellas la cara de sueño que se quedó pegada a mi rostro durante todo el año.

Mi día comenzaba a las cinco de la mañana, ya que antes de las seis tenía que estar en la radio para preparar el noticiero que se iniciaba a las siete. Después salir a ruedas de prensa o a terreno. En caso de quedarse en la radio, había que leer las noticias horarias de cada hora y preparar el noticiero de la una de la tarde que finalizaba a las dos. Y de ahí volar a la universidad, mi primera clase comenzaba a las 14.30 horas y la última que era siempre Taller de Televisión terminaba a las 20.00 horas.

Debo reconocer que muchas veces me venció el sueño y despertaba con la mano del profesor en mi hombro diciendo que me fuera a mojar la cara al baño. Más de alguna prueba tuve que dar sin haber estudiado lo suficiente por falta de tiempo y varias reuniones sociales quedaron sin mi presencia, ya que preferí dormir.

La experiencia de dividir las 24 horas del día entre trabajo y estudio, sin lugar a dudas, fue agotadora, pero a la vez enriquecedora, ya que me sirvió mucho a la hora de ingresar definitivamente al mundo laboral una vez finalizada mi carrera.

Uno aprende a trabajar con presión, a maximizar el tiempo, a minimizar el ocio y a valorar el dinero. Ya que por primera vez lo que uno gana, es obtenido a través del propio esfuerzo. Lo que viene a reforzar el dicho que “uno valora lo que tiene, cuando le cuesta”.

Aunque en mi caso fue una opción compatibilizar trabajo y estudio, sólo por obtener experiencia laboral, debo reconocer que tuve compañeros que estaban obligados a hacerlo, ya que por motivos económicos era la única posibilidad de pagar sus estudios.

Recuerdo a una gran amiga, Pilar, quien no era de la capital y vivía sola con su hermana alquilando un departamento. Trabajaba de noche como mesera en un bar hasta altas horas de la madrugada y al otro día siempre estaba en clases, haciendo trabajos, estudiando y compartiendo la vida universitaria con su
empleo, para poder pagar el arancel de la carrera.

Siempre se destacó por su tenacidad y responsabilidad, ya que a pesar de dormir poco, nunca faltó a una prueba o trabajo en grupo. Así pasó su rutina durante toda la universidad, trabajando y estudiando.

Hoy es una destacada periodista de un sello multinacional de música y recuerda con cariño sus aventuras de esa época. No duda al afirmar que si tuviera que pasar de nuevo por esas pellejerías, lo volvería hacer. La experiencia vale la pena el esfuerzo.

Vaya una invitación a los estudiantes de último año de universidad a que intenten dar el difícil paso de atreverse a estudiar y trabajar, ya sea por vocación o por obligación. Encontrarán problemas, pero a la hora de sumar y restar, les puedo asegurar que el resultado sumará positivo.

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